Analogía (Comparación, semejanza) Náutica de una Conexión Espiritual
Cuerpo y Alma
La danza perpetua de la creación se manifiesta en los viajes marítimos de la vida, donde cada travesía trae transformaciones que, como un arte líquido (imperio de lo efímero, de ascenso de la insignificancia), Sigmund Bauman., revelan estructuras significativas. En este crisol (recipiente) de la imaginación, las historias en altamar se entrelazan, creando relatos llenos de luz, sombras y belleza, cada uno un reflejo de nuestra existencia.
Las manos, como fuego recurrente, aportan calor interno y externo para enfrentar la adversidad. En este viaje, el simbolismo evolutivo se expresa a través de formas que invitan a descifrar las profundidades de la sombra: umbra (sombra más oscura), penumbra (casi sombra) y antumbra (antes de la sombra), conectadas en rizomas (raíz) de equilibrio creativo. Las velas de los barcos, al igual que la brújula, orientan el rumbo, simbolizando el heroísmo de mantenerse a flote en un mar de incertidumbres.
Al igual que en el mito de la caverna de Platón, donde las sombras confunden la realidad, el artista, al romper sus cadenas, descubre la luz que ilumina su obra y el mundo. El fuego, símbolo de transformación, insufla (sopla) vida a la materia; el aire se convierte en la esencia que da forma a nuestras visiones más íntimas.
La ceromancia emerge como un acto de revelación, donde las formas de la cera derretida reflejan el alma del artista. Cada figura es un augurio de lo que está por venir, un eco de deseos más profundos. El barco, símbolo del viaje creativo, navega por mares desconocidos, enfrentando tormentas y calmas, mientras la brújula representa la intuición que guía al artista en su travesía. La "erótica del fuego" simboliza la pasión y el impulso creativo, conectando la belleza forjada en el horno de la vida. El agua, en su inmensidad, se convierte en una poética de sangre, flotando entre los deseos y sentimientos que marcan nuestra trayectoria. La tierra, el cielo y el fuego forman un ciclo donde la belleza se renueva constantemente, recordándonos que somos parte de un todo que respira, sueña y crea.
En esta paradoja de sueños húmedos, el artista se transforma en alquimista (clarividente) su realidad, moldeando lo ordinario en lo extraordinario. Cada obra es un testimonio de que, aunque fugaz, la belleza es una chispa que trasciende el tiempo, guiándonos a través de paisajes íntimos y mitológicos donde el arte y la fantasía reflejan nuestra esencia más profunda. video Youtube
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